Una joven pantera camina por el cabo Peñes. Saluda a los visitantes y curiosos y se detiene ante el belén de cumbres. Una mosca rompe su paz. Sus ojos amarillos la miran fijamente. ¡Zas!, un zarpazo. ¡Zas!, otro. No pudo ser.
Como una regadera
Una gata, Safo, descansa tras darse una pequeña vuelta por el patio de su casa. Una regadera se interpone en su camino. Como si nada, se para ante ella, la mira y prosigue con su descanso. Por momentos, cierra los ojos. Medio adormilada pasa los minutos, descansando.
Abuelo y nieta, sentados a la puerta de su humilde hogar esperan tranquilos antes de comer. Un plato de garbanzos, que prepara la madre de la niña, les espera. No es tiempo para juegos, la comida llama a la puerta. Después de llenar el estómago otro gallo cantará. Tras la pitanza, el abuelo se sube al banco -una tabla y dos troncos- y recoge dos o tres muñecas situadas en lo alto de la chabola. Siempre hay tiempo para jugar y evadirse.
Mar en calma, sin pesca
El mar está en calma. Las olas se habían olvidado de salir. Dos chalanas esperaban a sus dueños para salir a faenar. El día era propicio para echarse a la mar pero no para la pesca. Y si no que se lo pregunten a los tres pescadores que, a pocos metros, lanzaban la caña a los pedreros sin suerte
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